Era una tarde de verano, uno de esos veranos que se alargan deliciosamente.
Un aroma de magnolia flotaba en el aire casi suspendiendo el tiempo, y bailó en tu salvaje cabello largo.
Las notas se escaparon del tocadiscos, crujiendo como cigarras, antes de mezclarse con el aroma de los árboles de limón y mirabel.
Con su corona de flores y los pies descalzos, parecía la musa de Janis Joplin. Su boca mordió con deseo una ciruela mirabel. Y mis sentidos fueron derribados.
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